Uno de los sueños de mi vida es viajar en la cabina con el chofer, sentir el poder de estar al mando de todos los vagones, frenar cuando me venga en gana, acelerar, pisar ratas en el camino, dejar abajo gente, cantar un tema para que todos lo escuchen...un día lo intenté:
- Sr. puedo viajar con Ud?
- No.
- Pero es sólo por una estación!
- No.
- Ok.
Así de fácil se derrumban los sueños de uno.
es rico
pero dura poco.
Fragmento del libro "el amor entre panes arabes" publicado por Osama Bin Pannen.
Gracias Juan por abrirnos los ojos!
Los milagros existen, decía una vieja comiéndose un pebete de 18 pirulos. Y yo también lo digo, sin tapujos (?). Cuando uno cree que el transporte público no puede darnos mayores satisfacciones de las que ya nos da a diario, el universo conspira para que ocurra un evento inesperado y seguramente irrepetible.
Todo comenzó una tarde regresando a casa, luego de bajarme del subte, corrí hacia la parada de colectivo. Cuando lo veo llegar, me doy cuenta de que no tenía las monedas suficientes, dudé si seguir adelante, pero mi colectivo no es un gran amigo y suele fallarme, así que decidí subirme y ver qué surgía. En el fondo sabía que iba a salirme con la mía. Pido ochenta con total impunidad, sabiendo que mis monedas no llegaban a esa suma. Y en ese preciso momento el cielo se abrió en dos, la temperatura bajó drásticamente, un gran estruendo hizo temblar a los pasajeros, y por arte de magia aparecieron 0.20 ctavos en el agujerito donde la máquina escupe el boleto. Los tomé con cuidado, con miedo a que desaparezcan, y pagué mi pasaje. En ese momento el cielo recupero su forma y los habitantes del colectivo siguieron con su apatía habitual. En cambio yo, tardé algún tiempo en entender qué pasó esa tarde, hasta que me convencí de que..... EL MAGO EMANUEL había estado ahí.
Miles de psicólogos se preguntan si este hecho está relacionado con traumas de la infancia, con un edipo mal resuelto, con un complejo de electra..todavía nada es cierto, vagamos en un terrero desconocido sin esperanzas de llegar a buen puerto, nuestro barco está por naufragar pero nos aferramos fuertemente a la idea de que el tamaño no importa y usamos un corcho como salvavidas, y estamos a salvo, para siempre.
"Lo escribí en un boleto" rezaba la histórica canción de una banda legendaria llamada Poca Plata. Este pasajero tomó muy enserio esas palabras, no quiso ocultar sus sentimientos en un diario intimo ( algo tan pasado de moda) decidió mostrarlos públicamente, tal vez alardeando un poco, y los enarboló cual bandera de fútbol en la cancha un domingo. Pero, a pesar de lo que ustedes creen, él era un tipo humilde, así que se hizo el dormido para no recibir los millones de halagos que el público se desesperaba por hacerle. La Sra. de atrás no quiso revelar su rostro cubierto en lagrimas por la indiferencia de nuestro poeta.
Hay muchos mitos sobre qué decía realmente el boleto. Algunos dicen que leyeron un postulado del mayo francés "seamos realistas, hagamos lo imposible", otros dijeron haber visto unos versos del gran poeta Etchecopar...tal vez nunca lleguemos a saberlo, será una historia más que se transformará en una leyenda urbana, igual que la sandía con vino, el melón con jamón y los traficantes de organos que abandonan a sus victimas en bañaderas con hielo.
Esta es una foto exclusiva que consiguió nuestra corresponsal en la línea 71, Jimonkilandia, como siempre, arriesgó su vida para conseguir la exclusiva y lo logró. Gracias por la magia!
Lo primero es la familia, lo segundo todavía no lo sé (tal vez sea el servicio meteorológico, no podría asegurarlo). Uno sabe que donde esté, va a poder contar con ellos, y que si por alguna razón no están, Dios proveerá. Así fue como lo hizo esa hermosa madrugada de sábado. Eramos 10 personas compitiendo (esperando) por un Remis. En el pueblo, había sólo uno, que en una suerte de postas hacía un viaje y volvía, hacía un viaje y volvía, hacía un viaje y volvía. Luego de 50 minutos de espera, quedábamos 3 grupos: el gordolfo, la Sra. y mis dos amigas y yo. En un intento de boicotear a uno de los contrincantes, hicimos un pacto de sangre con la Sra, unimos fuerzas y compartimos el auto. Cuando todo parecía encaminarse, le dimos las coordenadas al remisero y éste, sorprendido, exclamó: Ah! pero no van al mismo lugar? Nos miramos desorbitadas, devastadas, cuando un haz de luz iluminó nuestros rostros, la Sra dijo "Son mis primas". Entonces, el remisero no tuvo más remedio que llevarnos, él no era quien para separar a una familia. Durante el viaje no hubo diálogo, el plan estaba funcionando perfecto. Cuando la Sra. se bajó, en un intento desesperado de darle un broche final a la aventura, atiné a decir: Nos vemos mañana!
Lejos de todos los pronósticos, sólo el 9% buscaba un bebé, un pequeño gurrumín con cara de vagón demorado. El 15% se animó al cambio, a convertirse en sardina, en una suerte de fashion fish emergency, y luego a ser modelos de una de las marcas más taquilleras de la historia de las latas. Tampoco faltaron los enamoradizos, los soñadores que creen en el amor a primer subtepass, por eso un 18% levantó sus corazones y dijo SI a conocer al amor de sus vidas. Pero, como todos saben, no por mucho madrugar se amanece más temprano, y por eso un 56% se sacó los prejuicios y se puso los pijamas, y logró que la respuesta ganadora de esta inédita encuesta fuera ARMAR UN PIJAMA PARTY CON TODOS LOS PASAJEROS.
Así que yo, por lo pronto, me compré un pijama con ositos y una mantita (por si refresca) espero que ustedes hagan lo mismo, vayan avisándome así coordinamos un día y no me caigo sola.
Ah! eso sí, antes de dormir tenemos que rezarle al dios del transporte, el escolar
Todo comenzó cuando luego de rendir 48 veces el examen en el ISER y bochar, el buen hombre se dió por vencido. Sus amigos lo animaban y le decían: Jorgito, no seas zonzo, a Ferchu Bravo lo bocharon 5 veces hasta que aprobó. Pero él no pudo salir adelante y decidió dejar su vocación de locutor y dedicarse de lleno al manejo de subterráneos (que era lo que su padre había hecho toda la vida, en realidad dos meses en una pasantía). Hasta que una noche, comiendo un frutidedo, pensó: "Por qué debo abandonar mis sueños sin siquiera haber patinado por elllos? Si esa Suller pudo, yo también". Así fue como decidió comenzar a mechar las dos actividades, un poco manejaba y otro poco hablaba. Con el tiempo los pasajeros empezaron a reconocerlo. Al año ya tenía su clú de fans "Jorjito (no el alfajor) el chofer de tu corazón", la gente se agolpaba para viajar en sus formaciones y cuando lo escuchaban pedían bis. Hubo quienes escribieron cartas a "Sorpresa y media" para conocerlo, pero como el programa había terminado hace mucho, nada lograron, eso sí se lo vió a Julián Weich usandolas para taparse las noches de frío.
- Cuiden sus pertencias, ojo con los pungas!
- Corranse de las puertas!
y la clásica...No saleeeeeeee!
Uno de los sueños de mi vida es viajar en la cabina con el chofer, sentir el poder de estar al mando de todos los vagones, frenar cuando me venga en gana, acelerar, pisar ratas en el camino, dejar abajo gente, cantar un tema para que todos lo escuchen...un día lo intenté:
- Sr. puedo viajar con Ud?
- No.
- Pero es sólo por una estación!
- No.
- Ok.
Así de fácil se derrumban los sueños de uno.
- Hola! Qué tal? Quisiera ir a Casafust al 600 por favor.
- Eh..dónde es eso?
- Desconozco.
El Sr. Taxista busca en su guía T.
- Ah nena, vos decís CasafOUST?
- Sí.
- Yo pensé que era una Juguetería, tipo CASA FUST.
Habiendo tantos nombres posibles para calles se tuvieron que jugar tanto para esta?
Todos los perros van al cielo. Esta, es una afirmación que nadie niega. Las dudas comienzan cuando uno intenta determinar cómo llegan ahí o se pregunta por qué para ellos es tan fácil, su sola condición canina les da el pase libre al paraiso y nosotros tenemos que ir a misa todos los domingos y dejar limosna....en fin.
Hace un tiempo, menos de un año y más de un mes, subí al subte en la estación Pellegrini rumbo a Alem. El vagón estaba casi vacío, por eso quienes nos sentamos allí, no pudimos evitar notar que uno de los pasajeros era diferente al resto. Más allá de su gran cantidad de pelo, no tan habitual en estos tiempos de hombres metrosexuales, el pasajero yacía en el piso. Todos nos miramos extrañados, preguntándonos cómo pagó el boleto. Cuando llegamos a la estación final, el can se levantó ( casi como si supiera que esa era su parada) y salió del subte. Se escabuyó hacia el fondo del pasillo donde seguramente algún pasadizo lo conectaba con el cielo directamente o con una central de operaciones cananinas que planean conquistar el mundo. Yo, por lo pronto, me limité a mirarlo dulcemente como para que durante el posible exterminio de la humanidad en manos/ patas perrunas, me recuerde y me tenga cierta piedad.
Presentes
Me dirijo a ustedes con el fin de solicitarles tengan a bien implementar un nuevo sistema de señalización en los usuarios de los diferentes servicios públicos. El mismo se trata de una etiqueta autoadhesiva que indica en qué parada descenderá cada pasajero, por ejemplo: Cabildo y Juramento. Para ahorrar costos puede ser impreso en el reverso del boleto. El fin último de este nuevo sistema es que los pasajeros puedan ubicarse estratégicamente para conseguir rapidamente un lugar para sentarse.
Creo firmemente que esta novedad mejorará la convivencia en los trenes, colectivos y subtes. Los que hagan viajes cortos seguramente sentirán verguenza si le roban un asiento a una anciana, ya que estarán identificados con sus correspondientes carteles. La idea es que la gente no tenga que estar adivinando dónde pararse para conseguir ese tan preciado espacio de descanso en el viaje nuestro de cada día.
Desde ya, agradezco su atención y quedo a vuestra disposición para cualquier inquietud que pudiera surgir a la hora de implementar el sistema.
Hacer trámites en la ciudad puede ser toda una aventura. Uno puede enfrentarse con numerosos obstáculos: piquetes, colectivos parados, calles cortadas, etc. También se puede encontrar con animales salvajes de todo tipo: yuppies, mendigos, motoqueros, rateros, y "ellas", las más temibles depredadoras de la ciudad...
Todo comenzó una tarde de calor, caminaba con pasos rápidos hacia una imprenta, decidí no tomarme el colectivo porque me gustaba la idea de pasear por la ciudad...hasta que ellas aparecieron. El cielo se oscureció, un ruido fuerte hizo eco en toda la calle, parecía un bombardeo en Irak, y acto seguido, la desgracia. Miles de misiles me habían dado en el cuerpo, misiles calientes y hediondos en forma de caca de paloma (aves rapaces portadoras de enfermedades que en su versión argentina, gris smog, no trasmiten paz sino guerra!).
En ese momento me encontraba a mitad de camino, para volver era tarde y llegar a la imprenta completamente untada en excremento era la única opción posible. Me presenté frente a la recepcionísta, que no levantó la vista ni un segundo, estaba tan ocupada en sus quehaceres que no se percató de mi situación. Hasta que un vendedor que me miraba a lo lejos intentando determinar por qué el lugar apestaba se acercó, me dijo: " bueno, por lo menos vas a tener suerte" y me dió la llave de la felicidad, o la del baño, como quieran decirle.
Volví renovada, con un leve vaho, y esperando ansiosa al golpe de suerte que me esperaba luego de semejante acto de superstición.
Por ahora sigo esperando. Cualquier información no duden en contactarse conmigo.
Un feriado soleado. Los pájaros cantan, yo me levanto. Me esperan en Costanera Sur, que dista a una hora cuarenta y cinco minutos de mi casa. Salgo a las corridas, como siempre, camino ( 10 cuadras) hasta el tren que me espera pronto para partir, pique hasta la boletería, pago mi boleto y finalmente me siento, sin saber la tragedia que me espera.
Miro por la ventana, escucho conversaciones ajenas, hojeo un libro hasta arribar a Retiro, mi primer destino. Me bajo, y cuando llego a los molinetes, meto mi mano en la mochila y no hago contacto con ningún papel. Hurgo en mis bolsillos, nada. Me siento en el piso, una a una saco mis pertenencias de la mochila, el boleto no aparece. Se acerca un guarda.
Qué le pasa Señorita?- me pregunta
No me va a creer! saqué el boleto y no puedo encontarlo, me imagino que mucha gente le dirá lo mismo-intento explicarle-pero de verdad lo saqué, era blanco y celeste ( no entiendo porqué pensé que describiendo el boleto me creería, cómo si fuese una prueba confiable!)
En ese momento miro a mi alrededor y hay tres personas más con mi mismo problema, todas esperando ser perdonadas por el Dios TBA. En ese preciso instante me doy cuenta de que tengo todas las de perder. Era la primera vez en la historia que pierdo un boleto estando muy apurada y enfrentándome a la posibilidad de perder un tren.
Cuando me dí por vencida, agarré amargamente mi billetera, saqué la suma total de pesos siete y se los dí al Sr. guarda. Inmediatamente después pedí un comprobante para colgarlo en mi tabla de corcho y recordar por siempre, aquel día en el que se hizo justicia trenicia.
Actualización:
Acabo de encontrar el boleto, estaba en mi billetera.
Adjunto a continuación las pruebas pertinentes, boleto y boleta.
Un sábado tranquilo en la ciudad pero un chofer que no lo estaba tanto. Sube al colectivo una persona mayor, mayor a 80, pide el boleto que corresponde a su edad. El colectivero arranca, y el anciano, que tenía dos bolsos y un bastón, se tambalea.
Déjeme tranquilo y saque el boleto- le contesta el chofer.
El doble de personas que deberían ocupar el vagón. El doble de personas que quiere volver a su casa y no puede entrar al vagón doblemente ocupado. Unos pocos somos beneficiados con el espacio físico suficiente para ocuparlo.
De pronto, un olor fuerte y penetrante invade los pocos espacios de aire que quedan. Las miradas se encuentran, se preguntan, todavía no hay respuestas. Algunas se animan a preguntar, en voz muy baja. Alguien sabe qué pasó y se dispone a develar la verdad: "Alguien vomitó". Alguien vomitó en un subte, en hora pico, en medio del doble de gente. Todos se miran pero no saben a quién acusar. Se alejan del lugar de los hechos.
El viaje continúa, el perfume también. El subte llega a Congreso T y las pruebas quedan a la vista. Un millón de papeles de diario apilados sobre el liquido que una boca mareada y enferma supo regalarle al subte y al doble de gente que allí viajaba.