Subte- línea B- 12.30 hs.

Todos los perros van al cielo. Esta, es una afirmación que nadie niega. Las dudas comienzan cuando uno intenta determinar cómo llegan ahí o se pregunta por qué para ellos es tan fácil, su sola condición canina les da el pase libre al paraiso y nosotros tenemos que ir a misa todos los domingos y dejar limosna....en fin.
Hace un tiempo, menos de un año y más de un mes, subí al subte en la estación Pellegrini rumbo a Alem. El vagón estaba casi vacío, por eso quienes nos sentamos allí, no pudimos evitar notar que uno de los pasajeros era diferente al resto. Más allá de su gran cantidad de pelo, no tan habitual en estos tiempos de hombres metrosexuales, el pasajero yacía en el piso. Todos nos miramos extrañados, preguntándonos cómo pagó el boleto. Cuando llegamos a la estación final, el can se levantó ( casi como si supiera que esa era su parada) y salió del subte. Se escabuyó hacia el fondo del pasillo donde seguramente algún pasadizo lo conectaba con el cielo directamente o con una central de operaciones cananinas que planean conquistar el mundo. Yo, por lo pronto, me limité a mirarlo dulcemente como para que durante el posible exterminio de la humanidad en manos/ patas perrunas, me recuerde y me tenga cierta piedad.

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