Calle Alsina-16.30hs

Hacer trámites en la ciudad puede ser toda una aventura. Uno puede enfrentarse con numerosos obstáculos: piquetes, colectivos parados, calles cortadas, etc. También se puede encontrar con animales salvajes de todo tipo: yuppies, mendigos, motoqueros, rateros, y "ellas", las más temibles depredadoras de la ciudad...

Todo comenzó una tarde de calor, caminaba con pasos rápidos hacia una imprenta, decidí no tomarme el colectivo porque me gustaba la idea de pasear por la ciudad...hasta que ellas aparecieron. El cielo se oscureció, un ruido fuerte hizo eco en toda la calle, parecía un bombardeo en Irak, y acto seguido, la desgracia. Miles de misiles me habían dado en el cuerpo, misiles calientes y hediondos en forma de caca de paloma (aves rapaces portadoras de enfermedades que en su versión argentina, gris smog, no trasmiten paz sino guerra!).
En ese momento me encontraba a mitad de camino, para volver era tarde y llegar a la imprenta completamente untada en excremento era la única opción posible. Me presenté frente a la recepcionísta, que no levantó la vista ni un segundo, estaba tan ocupada en sus quehaceres que no se percató de mi situación. Hasta que un vendedor que me miraba a lo lejos intentando determinar por qué el lugar apestaba se acercó, me dijo: " bueno, por lo menos vas a tener suerte" y me dió la llave de la felicidad, o la del baño, como quieran decirle.
Volví renovada, con un leve vaho, y esperando ansiosa al golpe de suerte que me esperaba luego de semejante acto de superstición.
Por ahora sigo esperando. Cualquier información no duden en contactarse conmigo.
Tren- Línea Mitre-13.30hs

Un feriado soleado. Los pájaros cantan, yo me levanto. Me esperan en Costanera Sur, que dista a una hora cuarenta y cinco minutos de mi casa. Salgo a las corridas, como siempre, camino ( 10 cuadras) hasta el tren que me espera pronto para partir, pique hasta la boletería, pago mi boleto y finalmente me siento, sin saber la tragedia que me espera.

Miro por la ventana, escucho conversaciones ajenas, hojeo un libro hasta arribar a Retiro, mi primer destino. Me bajo, y cuando llego a los molinetes, meto mi mano en la mochila y no hago contacto con ningún papel. Hurgo en mis bolsillos, nada. Me siento en el piso, una a una saco mis pertenencias de la mochila, el boleto no aparece. Se acerca un guarda.

Qué le pasa Señorita?- me pregunta
No me va a creer! saqué el boleto y no puedo encontarlo, me imagino que mucha gente le dirá lo mismo-intento explicarle-pero de verdad lo saqué, era blanco y celeste ( no entiendo porqué pensé que describiendo el boleto me creería, cómo si fuese una prueba confiable!)

En ese momento miro a mi alrededor y hay tres personas más con mi mismo problema, todas esperando ser perdonadas por el Dios TBA. En ese preciso instante me doy cuenta de que tengo todas las de perder. Era la primera vez en la historia que pierdo un boleto estando muy apurada y enfrentándome a la posibilidad de perder un tren.

Cuando me dí por vencida, agarré amargamente mi billetera, saqué la suma total de pesos siete y se los dí al Sr. guarda. Inmediatamente después pedí un comprobante para colgarlo en mi tabla de corcho y recordar por siempre, aquel día en el que se hizo justicia trenicia.

Actualización:
Acabo de encontrar el boleto, estaba en mi billetera.

Adjunto a continuación las pruebas pertinentes, boleto y boleta.

Colectivo- línea 59-16hs.

Un sábado tranquilo en la ciudad pero un chofer que no lo estaba tanto. Sube al colectivo una persona mayor, mayor a 80, pide el boleto que corresponde a su edad. El colectivero arranca, y el anciano, que tenía dos bolsos y un bastón, se tambalea.
¡Pero no puede esperar un poco! ¡baje la velocidad! - balbucea nervioso el anciano.
Déjeme tranquilo y saque el boleto- le contesta el chofer.
Casi temblando y maldiciendo entre dientes se hace paso entre la gente. Alguien le cede un asiento doble, el viejo se acomoda. Nadie ocupa el lugar de al lado. Pasan 5 minutos. Se levanta y se queda parado en el medio del pasillo. Lo miro. Me pregunto si se va a bajar. Un joven se anticipa y le ofrece otro asiento, pero individual. El hombre accede. Se sienta. Sigue balbuceando. Tal vez estaba jugando al juego de la silla. Tal vez estaba cansado de sentirse y sentarse solo.
Subte-línea D-18.30

El doble de personas que deberían ocupar el vagón. El doble de personas que quiere volver a su casa y no puede entrar al vagón doblemente ocupado. Unos pocos somos beneficiados con el espacio físico suficiente para ocuparlo.
De pronto, un olor fuerte y penetrante invade los pocos espacios de aire que quedan. Las miradas se encuentran, se preguntan, todavía no hay respuestas. Algunas se animan a preguntar, en voz muy baja. Alguien sabe qué pasó y se dispone a develar la verdad: "Alguien vomitó". Alguien vomitó en un subte, en hora pico, en medio del doble de gente. Todos se miran pero no saben a quién acusar. Se alejan del lugar de los hechos.
El viaje continúa, el perfume también. El subte llega a Congreso T y las pruebas quedan a la vista. Un millón de papeles de diario apilados sobre el liquido que una boca mareada y enferma supo regalarle al subte y al doble de gente que allí viajaba.