Línea 59- Belgrano- 20hs.
Los milagros existen, decía una vieja comiéndose un pebete de 18 pirulos. Y yo también lo digo, sin tapujos (?). Cuando uno cree que el transporte público no puede darnos mayores satisfacciones de las que ya nos da a diario, el universo conspira para que ocurra un evento inesperado y seguramente irrepetible.
Todo comenzó una tarde regresando a casa, luego de bajarme del subte, corrí hacia la parada de colectivo. Cuando lo veo llegar, me doy cuenta de que no tenía las monedas suficientes, dudé si seguir adelante, pero mi colectivo no es un gran amigo y suele fallarme, así que decidí subirme y ver qué surgía. En el fondo sabía que iba a salirme con la mía. Pido ochenta con total impunidad, sabiendo que mis monedas no llegaban a esa suma. Y en ese preciso momento el cielo se abrió en dos, la temperatura bajó drásticamente, un gran estruendo hizo temblar a los pasajeros, y por arte de magia aparecieron 0.20 ctavos en el agujerito donde la máquina escupe el boleto. Los tomé con cuidado, con miedo a que desaparezcan, y pagué mi pasaje. En ese momento el cielo recupero su forma y los habitantes del colectivo siguieron con su apatía habitual. En cambio yo, tardé algún tiempo en entender qué pasó esa tarde, hasta que me convencí de que..... EL MAGO EMANUEL había estado ahí.
La pregunta fue contundente, ¿la letra del blog te parece muy pequeña? Las respuestas no se hicieron esperar. En una época plagada de preocupaciones por el tamaño, este blog no quiso quedarse afuera y marcó una postura, una tendencia. Los lectores sentaron un precedente en la historia de la interactividad bloggera, su respuesta fue ( casi) unánime y no dejó lugar a doble interpretación, al 83% de los lectores la letra del blog les parece PEQUEÑA PERO JUGUETONA.
Miles de psicólogos se preguntan si este hecho está relacionado con traumas de la infancia, con un edipo mal resuelto, con un complejo de electra..todavía nada es cierto, vagamos en un terrero desconocido sin esperanzas de llegar a buen puerto, nuestro barco está por naufragar pero nos aferramos fuertemente a la idea de que el tamaño no importa y usamos un corcho como salvavidas, y estamos a salvo, para siempre.
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